martes, 12 de febrero de 2013

Ciudades II


Quizás uno de los elementos que define la ciudad moderna sea la multitud. Es el velo agitado a través del cual vemos la ciudad. Su presencia palpitante nos hace vislumbrar el mundo en que vivimos, en el que nos debatimos. No lo imaginamos sin ella. Lo mismo le sucede a la literatura de la modernidad.

Con frecuencia se habla de modernidad como un conjunto de características de esta época, y se la sitúa temporalmente precedida de una pre-modernidad más o menos ingenua o arcaica, seguida de una inquietante postmodernidad. Es la época del desarrollo del capital industrial y de la creciente importancia del capital financiero. Coincidente con estos acontecimientos, el psicoanálisis remarca otro fundamental: el decaer de la familia, su influencia y su poder y por tanto, del padre como centro de una función social. Por eso Lacan va a hablar del declive social de la imago paterna en cuanto lugar donde poder encontrar indicaciones y referencias para el futuro. De ello se derivan gran cantidad de consecuencias. Por eso la modernidad, además de ser un periodo de la historia, es un modo de relación, una manera de pensar y de sentir, y también de actuar. (leer mas)

martes, 29 de enero de 2013

Ciudades I

¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? De esta pregunta parte Italo Calvino en su libro “Las ciudades invisibles” y a través de pequeños textos, cada uno referido a una ciudad a la que asigna un nombre de mujer, invita a una reflexión sobre la ciudad moderna, sobre la ciudad en general, sobre cualquier ciudad. Para ello, nos rescata y nos devuelve a las razones invisibles por las que los hombres son llevados a vivir en ellas, a aquello que las hace vivas y habitadas, que no es otra cosa que sus deseos y temores.
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Por Beatriz Reoyo

sábado, 12 de enero de 2013

La casa, más que un derecho

Una de las características del discurso capitalista en el que vivimos es que deja de lado las cosas del amor. ¿Qué quiere decir eso? Muy sencillamente que, si no hay amor en cualquiera de sus gradaciones, entonces el semejante, el otro, sólo me sirve para  provecho propio de tal manera que cuando ya no puedo sacar ningún beneficio de él, lo expulso de mi vida con un “ahí te quedas”.

Además de los grandes desequilibrios económicos conocidos, el discurso capitalista ejerce una presión sobre los ciudadanos a quedarse encerrados en casa con los objetos técnicos: televisión, ordenador, etc.; dedícate a tus asuntos y olvida a los otros” aparece como un imperativo difícil de desobedecer produciendo la ruptura del vínculo social con sus efectos en las relaciones personales que se convierten  en efímeras y acaban llevando al aislamiento, a la tristeza y al silencio.

viernes, 4 de enero de 2013

La palabra constante, la sonrisa perfecta



Había una vez un cantautor que escribió una canción que de vez en cuando sonaba en las voces de las protestas. Casi como un himno una canción de desamor se convirtió en una protesta contra todo modo de dictadura o contra todo modo de omnipresencia de un Estado de opresión. El cantautor al ser preguntado mantenía que la canción era de desamor, tal vez porque estaba demasiado cerca la feroz interpretación de los medios más conservadores, esos que gustan que las masas mastiquen odio, y que mueven la consistencia de la ignorancia, y de no querer saber nada del otro si no sirve para uno mismo.  (leer mas)