Quizás
uno de los elementos que define la ciudad moderna sea la multitud. Es el velo
agitado a través del cual vemos la ciudad. Su
presencia palpitante nos hace vislumbrar el mundo en que vivimos, en el que nos
debatimos. No lo imaginamos sin ella. Lo mismo le sucede a la literatura de la
modernidad.
Con
frecuencia se habla de modernidad como un conjunto de características de esta
época, y se la sitúa temporalmente precedida de una pre-modernidad más o menos
ingenua o arcaica, seguida de una inquietante postmodernidad. Es la época del desarrollo
del capital industrial y de la creciente importancia del capital financiero.
Coincidente con estos acontecimientos, el psicoanálisis remarca otro
fundamental: el decaer de la familia, su influencia y su poder y por tanto, del
padre como centro de una función social. Por eso Lacan va a hablar del declive
social de la imago paterna en cuanto lugar donde poder encontrar indicaciones y
referencias para el futuro. De ello se derivan gran cantidad de consecuencias.
Por eso la modernidad, además de ser un periodo de la historia, es un modo de
relación, una manera de pensar y de sentir, y también de actuar. (leer mas)
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