Además
de los grandes desequilibrios económicos conocidos, el discurso capitalista
ejerce una presión sobre los ciudadanos a quedarse encerrados en casa
con los objetos técnicos: televisión, ordenador, etc.; “dedícate a tus asuntos y
olvida a los otros” aparece como un imperativo difícil de desobedecer
produciendo la ruptura del vínculo social con sus efectos en las relaciones personales
que se convierten en efímeras
y acaban llevando al aislamiento, a la tristeza y al silencio.
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