sábado, 12 de enero de 2013

La casa, más que un derecho

Una de las características del discurso capitalista en el que vivimos es que deja de lado las cosas del amor. ¿Qué quiere decir eso? Muy sencillamente que, si no hay amor en cualquiera de sus gradaciones, entonces el semejante, el otro, sólo me sirve para  provecho propio de tal manera que cuando ya no puedo sacar ningún beneficio de él, lo expulso de mi vida con un “ahí te quedas”.

Además de los grandes desequilibrios económicos conocidos, el discurso capitalista ejerce una presión sobre los ciudadanos a quedarse encerrados en casa con los objetos técnicos: televisión, ordenador, etc.; dedícate a tus asuntos y olvida a los otros” aparece como un imperativo difícil de desobedecer produciendo la ruptura del vínculo social con sus efectos en las relaciones personales que se convierten  en efímeras y acaban llevando al aislamiento, a la tristeza y al silencio.

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